Desde la calidez de mi hogar
observo los tejados soportando el peso de su blancura
Las antenas entumecidas
que extienden sus famélicos brazos
hacia el gris del cielo
Pienso en las personas sin techo
con el frío mordiéndole hasta los huesos
Hace tanto frío
que los pájaros se desprenden
como hojas sin vida desde los árboles
Las lágrimas no brotan y quedan suspendidas
Atrapadas en un limbo entre las pestañas
Hace tanto frío
que el alma se congela
Y el único calor posible
–la imagen de tu rostro entre mis manos–
Permanece secuestrado
bajo un trémulo
manto de nieve
Silvia Cuevas-Morales
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